Tambén escribo cuentos sobre pájaros
Hay plumas flotando en el aire, muchas plumas: y cuando vuelo, cuando empiezo a volar, mis plumas me dicen a donde voy, a donde me llevan, no lo sé. Tiene poco que nací.
Cuando nací los días eran largos, cálidos, y me llevaban comida al nido, recuerdo un ratón de campo especialmente jugoso. Y luego, empezaron a salir las plumas, y entonces conocí al viento, un eterno compañero, y mientras aprendía a volar eran días largos y con ratones deliciosos. Pero un día mis plumas se erizaron y yo sentí frio.
Entonces vi que todos se iban, venían plumas de lejos y no paraban, se iban. Mis plumas me decían que volara con ellos, pero yo no quería, no sabía a donde ir y no quería dejar aquel lugar donde se estaba tan bien.
Pero lo que decían las plumas, lo decían también las estrellas. Y el viento frio que soplaba me levanto un amanecer… Y entonces volé, volé por donde mis plumas me decían que volara. Al principio iba yo solo, volando sobre vastas tierras, y luego me di cuenta que no era cierto, que no iba solo. De repente, arriba y detrás. Y adelante también, había más plumas, muchas plumas que se movían, y yo me movía con ellas.
En esos días que volé entre muchos, aprendí del viento también, vi como las corrientes que suben, no cansan las alas, y vi como cada vez había más plumas.
De pronto, el paisaje cambió, empezaron a aparecer cosas raras, que yo no había visto antes: eran cosas que salían de la tierra, como queriendo alcanzar el cielo, me dijo luego una pluma más vieja que les decían montañas, y que no era bueno volar encima de ellas.
Un vuelo inusualmente frío nos despertó una mañana de los árboles donde dormimos, las plumas más viejas alzaron el vuelo, y yo también lo hice, y el viento soplaba frío detrás de nosotros y nos impulsaba, mientras volaba, vi de reojo un resplandor plateado justo a mi izquierda. Después supe que los humanos llaman a eso, mar, y que es agua, mucha agua, pero entonces yo solo olí la sal.
De repente, las montañas y el mar se empezaron a juntar, empecé a ver más cerca el agua y la montaña; no es bueno volar sobre las montañas, tampoco sobre el mar, porque es muy cansado, entonces, muchas plumas nos juntamos. Éramos tantos que nos sentíamos como una nube, vasta y poderosa.
Sentí que bajo mis plumas se elevaba el aire caliente, y me elevé, y todos nos elevamos, y yo vi, por un momento, los cerros, las montañas y el mar muy juntitos, y vi también a todas las plumas, que me parecieron todas las plumas del mundo, porque éramos tantos que el sol de la tarde nos iluminaba y parecíamos hojas en el viento.
Luego descendimos y volvimos a buscar el aire caliente, y vi a esos seres sin plumas que se hacen llamar humanos, y vi que algunos nos veían, y se sorprendían de cuantos éramos, y me dieron lástima, porque estaban contando las plumas que volaban. Pero yo sabía que no nos contarían a todos, porque somos muchos y tenemos al viento de nuestro lado.
Cuando terminó de pasar aquella línea de Aguilillas de Ala Ancha, los números fueron veinte mil, pero solo eran números, porque cada rapaz cuenta una historia, cuenta su historia, y si fueran las historias las que se contaran, ni todas las páginas del mundo alcanzarían para contar la historia de los ríos de rapaces.